H
ace un año cerca de “Fiestas Patrias” preguntaba en esta columna: ¿Que vamos a celebrar? Hoy, con todo lo que hemos vivido desde entonces como país, como sociedad, como humanidad, me parece aún más difícil responder esa pregunta.
Dicen que en este tiempo hay ricos que se han hecho aún más ricos. ¡Es Increíble! Aún así, el virus se encargó de derribarnos de nuestros pedestales y nos tiene a todos, preguntándonos quiénes somos, cual será nuestro destino y en particular cómo viviremos, si es que sobrevivimos, en las próximas décadas. Está clarísimo que sin colaboración mutua no lo lograremos. En este contexto, me resulta esperanzador que Chile se prepare a definir con una nueva Constitución de qué manera soñamos nuestra convivencia nacional para los próximos 40 o 50 años.
Pero, también en este contexto, me siento cada vez menos definida por la nacionalidad chilena; soñando con otra patria más grande, más inclusiva, más rica, más colaborativa, más diversa, menos amurallada por fronteras según la condición socioeconómica, cultural, identidad religiosa, sexual, étnica, u otras identidades de sus habitantes. La patria de una América morena, con su diversidad de colores, costumbres y sabores. “SI SOMOS AMERICANOS, somos hermanos señores, compartiremos el trigo, seremos buenos hermanos…” Así cantaba el folklorista Rolando Alarcón. Y su canto hace fuerte eco en mi alma.
Quisiera celebrar la fiesta de esa patria más grande donde no sea preciso prepararse para la guerra y en verdad de nuestras armas, hagamos arados, ya que no habría nada que defender, más que el derecho de todos a vivir con dignidad y en paz, primero consigo mism@ y luego con los demás; y con la madre tierra. Una patria más grande donde la única batalla, la más ardua, sea contra el propio egoísmo o contra la ceguera mental de creerse superiores a los demás.
Y como alguien podría decir que soy muy ilusa creo que tendríamos que celebrarla el 28 de diciembre. ¿No les parece?
Discusión acerca de post